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Charla con el maestro. 

FOTOGRAFÍA Y LITERATURA

Entrevista charla con el maestro Arreola

 

Enrique Villaseñor

Enero 1979 

 

El automóvil se detiene frente a un pequeño edificio de la colonia Cuauhtémoc, la puerta trasera se abre y un hombre encapotado y pulcramente vestido de negro desciende. Los pesados y relucientes zapatones bostonianos parecen anclar al piso a la delicada figura y a las delgadas piernas que la sostienen. Tres grandes zancadas, el vuelo mágico de una capa, y una silueta con el pelo rizado, enmarcan el descenso y la desaparición del hombre en el interior del edificio.


Juan José Arreola, como una sombra, llegaba a su domicilio-estudio aquella tarde de enero del año 1979.
El profesor Rafael Rodríguez, discípulo del maestro, y yo, aguardábamos la llegada del escritor con la intención de mostrarle los primeros ensayos de esta serie fotográfica.


Unos meses antes, mientras Juan José Arreola -recién ingresado al mundo de la televisión- grababa un programa cultural en la Rotonda de los Hombres Ilustres, frente a la tumba del poeta Amado Nervo, tuve la oportunidad de retratarlo entre cables, cámaras, lápidas, y entre el ir y venir de los técnicos con la promesa de mostrarle más adelante los primeros resultados en imágenes.
 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

Así, con las primeras fotografías, el maestro nos recibe amigablemente en su casa y entre vasos de vino tinto que él bebe, partidas de ajedrez que juega con algunos de sus amigos y con la magia de su conversación - casi monólogo- se gesta el tema y contenido de este trabajo.
¨Maestro -le dice el profesor Rodríguez mostrándole parte de las imágenes realizadas- quizás pudiéramos realizar uno de esos juegos intelectuales como aquellos que solíamos hacer usted y yo...¨, sugiriendo la participación de Arreola en nuestro proyecto.

 

El escritor escudriña una de las fotos, se detiene a mirar su propio rostro dentro de una luna risueña, parece meditar un momento, se ajusta los pequeños anteojos y dice:

- ¨...lo que necesito ahorita es ser suscitado por cosas así. Ponerme a escribir desde el principio, es algo que ya no hago, o que no puedo hacer, porque me he agotado muchísimo. Me he agotado muchísimo en las posibilidades, digamos, de tener horas para escribir...

 

Le explicamos la técnica empleada para realizar esas primeras impresiones, le decimos que son ¨fotogramas¨; imágenes fotográficas abstractas obtenidas mediante procesos de laboratorio, sin cámara ni negativo, realizadas directamente sobre el papel, sobre la gelatina y las sales de plata sensibles a la luz, a las que se les adicionó posteriormente fotografías reales, en este caso su propia efigie : ¨Metáforas de plata sobre usted¨, le decimos.


Arreola escucha con atención la explicación técnica y comenta:

- ¨Me importa mucho esto porque yo no daba cómo se hacía; tal vez si hubiera pensado más, pero me duele que no se me haya ocurrido antes. Que en la sombra; a un papel sensible se le pueda empezar a escribir, a mandarle señales para que las registre.

 

Mientras sus dedos acarician la superficie de otro fotograma, expresa con asombro y curiosidad:.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



 


 

- ¨...¡El papel fotográfico... virgen!, En las sombras se le van metiendo zonas de luz y lo que uno quiera. ¡A partir de fotos!...pero después trabajadas las imágenes, proyectadas, o como sea, sobre estas posibilidades de papel. ¡Eso me importa mucho porque es un porvenir fabuloso para una serie de cosas!...

Parecía que se había entusiasmado con el tema, pues de inmediato inició una charla, que se prolongó por dos tardes más, sobre literatura fotografía y arte...

 

¨...me acuerdo de una cosa que hizo Picasso, que era muy curiosa, pero esa sí era con cámara. El estaba en una sombra total y encendía uno de esos reflectores de bolsillo. Entonces, en la sombra absoluta, frente a una cámara, dibujaba en el espacio puro con la gotita de luz de la pluma fuente-lámpara; se ponía a hacer dibujos y... ¡le salían!

Entonces hicieron una monografía con dibujos de Picasso hechos sin lápiz... ¡sin nada! ¡sin nada!, sino con una gota de luz movida en el espacio. Hacía un toro, y sin ver lo que estaba haciendo él, en total sombra. El no salía nada ¡Ni la mano!... porque tomaba la lámpara así larguito -señala con la punta de un lápiz- y empezaba a dibujar en el espacio puro.¨

Mientras él habla, en una mesa próxima juegan ajedrez algunos amigos del poeta.

-¨Un día te enseñaré como me dio por hacer manchas. Incluso tuve el cinismo de hacer una exposición de acuarelas aquí en Reforma. ¡Las vendí todas!, de hecho, y tanto, que hay cuatro amigos que me compraron las cosas y nunca las entregué. Como se iban a entregar cuando terminara la exposición... ¡hay todavía tres amigos que están reclamándome...!
En cambio vendí... ¡para siempre!... uno o dos dibujos que fue lo único que logré hacer a pluma...que yo los quisiera recuperar. Me puse a venderlos a tres... a cuatrocientos pesos... ¡lo más caro que vendí fue uno de mil quinientos!...¨

Da un sorbo a un vaso con vino y continúa la charla, sin apartar sus ojos pícaros del fotograma:
 

 

- "Realmente es increíble lo que se puede hacer. Y, además, está totalmente ¨en la onda"... 
Yo trabajo con tintas, haciéndolas flotar en aceites tratados con vinagres... ¡con ácidos!... 
Entonces obtengo... y cada quien puede aumentar más aceite, más vinagre, más tinta de una, más de otra... ¡pues yo llegué a usar hasta salsa Tamazula!... 


Me dio la etapa esa, que fue muy gozosa, que quiero que vuelva algún día. 


Llegué a los extremos de echarme un pedazo de sábana vieja sobre la cara y humedecerla. Le decía entonces a mi hija: ¨ahora con esa tinta y ese pincelito me haces tantito aquí en las cejas, luego en el filo de la nariz, en la boca...; ahora ponle de esto, ahora de aquello...ahora ponle salsa 'Tamazula'... Entonces me quitaba la máscara aquella, la ponía a secar y luego la retocaba. Le puse una corona de espinas. Hice dos estados de una sola toma, a base de salsas, de vinagres y de tintas que yo estaba dictando, con los ojos llorándome debajo de la cosa aquella; uno salió un Divino Rostro: un Paño de Verónica, y el otro: ¡Un Ché Guevara!.  Uno era un Cristo desvanecido, totalmente un ¨Paño de Verónica¨: el que compró este hombre y nunca recibió ¡lo pagó y no se le entregó jamás!...El otro se lo llevó mi hermano...

 

 

Su charla continúa animada, su voz se llena de matices, con crescendos emotivos, de recuerdos bautizados con vino tinto:

-¨...a mí me encanta ver esto, porque hace muchos años de mi vida, en París, cuando fuí después de la guerra, me encontré a un fotógrafo, al que además me tocó bautizarle una fotografía que tenía de una mujer desnuda en agua y disuelta en ácidos. En esas cosas que hacen que fluya la gelatina.

Hay un texto famoso y una heroína famosa de la historia que es ¨La desconocida del Sena¨. Una muchacha ahogada que hallaron en el Sena. Muy bella y que nunca se pudo saber quién era y se le llamó, legendariamente, ¨la desconocida del Sena¨; y Joules Superviejo, un gran poeta, escribió un texto precioso sobre las impresiones de ¨La desconocida del Sena¨, cuando la iba llevando el río hasta el lugar en que apareció. Una especie de ensueño de la muerta.


Entonces vi por primera vez en mi vida estas posibildades de la fotografía que, a veces, consisten en alterar la cosa, hacer ´correr¨ la imagen o sencillamente con otros medios como estos de los que no tengo la menor idea...¨

Después de varias horas de conversación, pedimos nuevamente al escritor nos dé la oportunidad de ¨hacerle nuevas tomas¨ para, con ellas, trabajar otros fotogramas de la serie. Le sugerimos colaborar con algunos textos o comentarios que acompañen las imágenes. Al final, por su contenido lírico y literario, los comentarios que él hiciera de las fotos podrían ser los textos que complementarian las imágenes. El maestro escucha la propuesta y cuando se le pide expresamente posar para la cámara dice:

-¨Ahora estoy un poco indispuesto para que me tomen fotos, aunque -reflexiona- después de un rato podría mejorarme el espíritu: En cuanto den las doce me tomo un vaso de vino tinto ¡y eso ya cambia la textura!. Ahora no-hace un gesto de agotamiento algo ¨sobreactuado¨-, porque tengo la extenuación deshidratante de la gripe y la pesadez de un viaje que acabo de hacer, y suspira, ¡ya no soy el de antes!, después, en un inesperado viraje asegura: ¡Ahora me tomo una aspirina y me cambia la faz!¨.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

Maestro, insistmos, nosotros le podríamos tomar algunas fotos en distintos lugares y bajo diferentes estados de ánimo. Después trabajaríamos esas imágenes con la técnica del fotograma y -acometemos nuevamente-... tal vez pudiera usted escribir algo para complementarlas...


Arreola evade la enbestida, aunque accede a posar para otras tomas. Evita el compromiso de escribir, pero nos da libertad para realizarlo según nuestra propia iniciativa y promete que nos obsequiará con algunos pensamientos espontáneos y poemas que declamará mientras le fotografiemos:

-¨Bueno, podemos hacer algunas sesiones en las cuales me tomen algunas fotos que hagan falta; después en realidad será cosa suya lo que pueda hacerse. Será completamente de ustedes, yo puedo revisar los materiales y sugerir algunas cosas, o incluso hacer algún prólogo si fuera preciso, pero -confiesa- más que eso sería imposible porque ni siquiera las cosas comenzadas y más sencillas que tengo las he podido mantener vivas.

 

 

 

 


Cuando tengo la idea para algún proyecto, empiezo a hacerlo y luego lo abandono ¡vienen días vertiginosos y todo va quedando en el aire!...¨

Después finaliza refiriéndose a este proyecto fotográfico...

¨una vez que esté hecho eso, yo sí puedo hacer mi comentario, aunque sea a posteriori; una especie de prólogo, ensayo o conclusión. Eso también suscita en mí posibilidades de autoconocimiento... ya que he evitado el conocimiento de mí mismo...¨

Después de escuchar su propuesta final le decimos: ¨Maestro, nosotros nos desaparecemos cuando le hayamos tomado algunas imágenes y volveremos cuando el trabajo esté terminado¨.

-¡Esta es una bella promesa! exclama el maestro.

 

 

México D.F. enero de 1979

 

 

 

 

A lo largo de varias sesiones de charla en su estudio de la colonia Roma 
el maestro Arreola participó entusiasta en este trabajo.
I mprovisó monólogos, revisó las fotografías, externó comentarios sobre ellas,
contó anécdotas, actuó y posó en broma y en serio para nuevas imágenes.

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